El Cronista Comercial
11-04-13
Zenón A. Biagosch, Ex Director del BCRA -Presidente de FIDESnet
La crisis económica iniciada en 2008, cuyo epicentro tuvo lugar en el sistema financiero internacional, ha producido un desequilibrio al orden macroeconómico mundial, hasta hoy irreparable. Casos puntuales como los de Chipre, Grecia o España, por mencionar algunos, son algunas de las metástasis del karma que está viviendo el mundo.
Algunas cifras: frente a un PBI consolidado a nivel global de aproximadamente 70 billones de dólares (cada billón es un millón de millones), el déficit presupuestario mundial hoy es del orden 6% de dicho PBI, siendo que la contribución del mundo desarrollado a dicho ratio es de más de un 50 %. Cuestión irresistible en el mediano plazo.
Asimismo la evasión impositiva en el mundo supera los 3 billones de dólares por año y el stock de activos financieros administrados hoy vía los denominados ?paraísos fiscales? podría superar los 30 billones de dólares, en muchos casos sirviendo para financiar los mencionados déficits.
A este cóctel podríamos adicionarle que según estimaciones del GAFI la economía del crimen dispondría de unos 3,5 billones de dólares anuales otorgándoles un poder de corrupción inusitado, transformando a esas formas de organización en lo que ya hemos dado en llamar como una suerte de ?nuevo imperialismo?.
Ahora bien, resulta oportuno reconocer que la verdadera causa de la crisis global no fue tanto por la errónea aplicación de políticas públicas sino más bien por la errada implementación de políticas corporativas, más específicamente del sistema financiero del mundo desarrollado. Se utilizaron las más modernas herramientas financieras para generar rápidas y cuantiosas ganancias sin medir correctamente el riesgo asociado y sus consecuencias, desde ya que guiadas por la codicia.
Es decir que fue el resultado de equívocos comportamientos humanos, que privilegiando intereses individuales por sobre los colectivos, produjeron una catástrofe que ni siquiera las más altas autoridades de las 20 economías más representativas del mundo pudieron hasta hoy reparar.
Está demostrado que promover políticas públicas que atiendan a los efectos y consecuencias de la crisis es necesario, pero no suficiente. Es hora de abordar las verdaderas causas de esa catástrofe que están enraizadas en los comportamientos humanos y en la profunda crisis de valores existentes. Los símbolos expresados en este corto tiempo por el Papa Francisco y su probada vocación evangelizadora, son suficientes para asegurar que un rol protagónico de la Iglesia en esta discusión sería más que productiva pudiendo insertar los principios de la Doctrina Social de la Iglesia en los ámbitos de discusión técnica.
Por caso, los actuales miembros del G20 bien harían en promover que la Santa Sede tenga una participación permanente en dicho foro, dado el aporte que podría dar en el abordaje de los aspectos subjetivos, culturales y morales que hacen a las causas esenciales de la crisis económica.
Sería esperanzador que quienes ejercen el liderazgo político y económico mundial se permitan sentir y escuchar las claras reflexiones que en sólo pocas semanas han conmovido a la población mundial.